Túnez, un país lleno de contrastes                                                        

                                                                 Por Carmen González  vallca@ono.com

 

 

Túnez es un país de contrastes donde conviven las tradiciones más ancestrales y la modernidad. A pesar de ser el Estado más avanzado y desarrollado turísticamente del Maghreb, este pequeño territorio,  resultado del asentamiento de las distintas civilizaciones: griegos, fenicios, romanos, bizantinos, bereberes, árabes, normandos, españoles o turcos, fascina al visitante que se deja perder por los estrechos y angostos callejones de las ciudades, de los pueblos. Si en Túnez capital nos dejamos seducir por su medina, Patrimonio de la Humanidad, con sus zocos gremiales, entre los que se eleva destacado el alminar de la Gran Mezquita, alejándonos del centro tenemos que hacer un alto en el museo arqueológico más importante del  Maghreb, el Museo del Bardo. Acoge a una de las colecciones más ricas del mundo de mosaicos romanos, que no hay que evitar.

A pocos kilómetros se encuentra el pintoresco pueblecito de Sidi bu Said, desde cuyos acantilados se puede contemplar una bella vista del Golfo de Túnez. A pesar de ser muy turístico, lugar elegido por pintores, escritores o músicos, merece la pena su visita. Este enclave refleja la luz y el color de Túnez, el blanco y  azul que nos irá acompañando a medida que nos vamos adentrando en sus entrañas.

Cartago no acoge los restos arqueológicos más importantes del país. Sin embargo evoca las luchas que los cartagineses mantuvieron frente a Roma por la hegemonía del Mediterráneo y el esplendor de la colonia que fundara Julio César. Cuando observamos los restos de las termas de Antonino, frente al mar azul, comprendemos la espectacularidad de lo que pudo ser esta importante edificación.

Pero si hay un edificio que nos impresiona es el anfiteatro de el Djem, muy bien conservado y que es el tercero en cuanto a tamaño, tras los de Roma y Capua. Aún hoy se pueden observar zonas de antiguas galerías bajo el suelo de la arena, donde queda algún cubículo donde solían encerrar a las fieras. Si sobrevivimos después de acceder por las escaleras a las gradas más altas, la vista nos sorprende ante al majestuosidad de las piedras.

                             El anfiteatro de el Djem                                     

A medida en que nos adentramos hacia el sur tunecino, el paisaje verde con algunas pequeñas colinas se torna cada vez más árido y el calor más sofocante, al irnos alejando de la zona costera del Sahel y desapareciendo la brisa marina. Allí en la costa, antes habremos podido embarcarnos en uno de los transboradores que continuamente enlazan el punto continental de Jorf con la isla de Djerba. Una de estas pequeñas embarcaciones se  denomina El-Yazira, (la isla), un nombre muy familiar para quien residimos o somos de Algeciras.   

Matmata surge en la región presahariana y nos muestra un asentamiento característico de la zona, con numerosos cráteres excavados en una gran meseta. Las casas trogloditas se muestran al visitante como ejemplo de una vida artesanal bereber, con toda la dureza que el entorno aporta. Una familia da la bienvenida, te ofrece pan hecho por ella, e incluso se deja fotografiar por unos pocos dinares. Es una forma de sobrevivir gracias al turismo.

Kebili o Douz nos abren las puertas del desierto. Rodeadas de espléndidos palmerales,  son zonas, junto a Tozeur o Nefta, en las que la explotación de estos magníficos árboles representa una de las actividades económicas más importantes del país. Cerca de Douz disfrutamos de una típica cena bereber, muy interesante en pleno desierto. Entre dunas y palmeras, en una noche estrellada, la música autóctona nos envuelve y despierta todos los sentidos. Después del baile, podemos apreciar una demostración de carreras de dromedarios.

Siguiendo la ruta, y antes de llegar a Tozeur, de regreso hacia el norte, cruzamos el Chott el Jerid, una inmensa extensión de sal de reflejos plateados y violáceos, un lago seco, por el que discurre una recta carretera y donde no existe ningún tipo de vida. En un alto en el camino, el viento y el calor sahariano llegan a ser molestos, pero cerca nos espera el autocar con aire acondicionado. Ya en Tozeur, las edificaciones combinan lo antiguo con lo moderno aportando fachadas decoradas con motivos geométricos. Esta población es un punto de referencia para adentrarnos en los oasis de montaña, a muy pocos kilómetros de la frontera con Argelia. En coches cuatro por cuatro nos dirigimos hacia Chebika y Tameghza. En ambos casos, las veredas trepan por la montaña para dar paso a impresionantes cascadas y palmerales encajados entre rocas, ricas en fósiles.

De regreso a Tozeur los vehículos emprenden una carrera a través del desierto, enfilando impresionantes dunas de arena, desde donde podemos disfrutar de una bella puesta de sol. Posteriormente paramos en un pequeño poblado que, al acercarnos, descubrimos es artificial. Se trata de uno de los escenarios utilizados para rodar la primera de las películas de la Guerra de las Galaxias.

Tras abandonar Tozeur, nos dirigimos a Kairouan, un antiguo campamento militar, hoy patrimonio de la humanidad. Y lugar santo del islam, el cuarto en importancia después de La Meca, Medina y Jerusalem. La Gran Mezquita, el templo más antiguo del mundo musulmán occidental, impresiona, al igual el Mausoleo del Barbero Sidi Sabih, con magníficos techos de madera y estucos en el pórtico que precede al santuario, al que sólo pueden acceder los musulmanes. Cánticos, gritos bereberes y palmas acompañaban desde los patios y estancias interiores el tradicional y arcaico rito de la circuncisión, a la que son sometidos los niños.

                           La gran mezquita de Kariouan                             

Volvemos al Norte, haciendo un alto en el camino en la localidad costera de Hammamet, importante centro turístico del país y excelentemente preparado para acoger al turista. Es otro mundo, alejado del Túnez más recóndito, del Túnez que nos seduce a través de los sentidos .

Desde aquí decimos adiós a un país de sorpresas, obsesionado con la seguridad, y donde la mujer tunecina disfruta de un papel mucho más relevante respecto a otros países musulmanes.

 

                             Un rincón del pueblo de Sidi bu Said                                           

                                     En  Matmata podemos ver casas trogloditas...                         

                                               Fiesta nocturna en Douz                                                

                           Chott el Jerid, gran extensión de sal                             

                                                 Tienda de alfonbras en Kariouan                                     

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